En la descripción de la enfermedad depresiva y de los diferentes trastornos anímicos ha estado siempre presente una referencia a la influencia de la estacionalidad y el clima, tanto en la época clásica como en la psiquiatría científica actual. Es más, llegó incluso a ser una idea plenamente incorporada al pensamiento de las gentes del común, al saber popular, en donde con seguridad se habría generado en épocas precientíficas.
Si bien podríamos citar con facilidad innumerables y prestigiosas referencias -ya sabidas- sobre este particular, quizá tenga un mayor relieve, al menos para lo que nos proponemos, reproducir lo que un médico de pueblo de una comarca del Lugo interior escribía en su Topografía Médica(*), a finales del diecinueve: "Tal vez no haya cosa que influya tan poderosa y directamente sobre la vida del hombre y de los demás seres como el clima. Todo lo que la tierra produce lleva el sello de su procedencia y de esta antigua regla no puede escaparse el mismo ser humano, a pesar de ser cosmopolita.
En efecto, éste lleva tan íntimamente unida a su existencia la acción del clima que le rodea, que constituye en él caracteres indelebles que muchas veces no alcanzan a borrar ni aun condiciones opuestas". Para indicar posteriormente que, en la comarca objeto de su estudio, "el máximo de las enfermedades mentales fluctúa entre el invierno y el otoño".