Una provincia en la que se combinan de un modo único lo más tradicional y lo más cosmopolita, auténticas urbes como Benidorm al lado de pequeños pueblos de pescadores, con sus fantásticas lonjas, costa de acantilados, playas tranquilas, islas inolvidables, contraste en el más valioso de los sentidos. Las playas de la Costa Blanca son el principal foco de atracción de miles de viajeros que acuden cada año a estas tierras. Sin embargo, la oferta que se brinda a los visitantes es amplia y diversa: además de las cuidadas playas, Alicante ofrece interesantes visitas a museos y monumentos, excursiones, práctica de deportes, degustación de su rica y variada gastronomía, etc. Quien vaya a la Costa Blanca, por fuerza, de no ir por mar, cruzará por las comarcas de La Marina, del Marquesado, de Denia y otras, pues por ellas corre la autopista que las cruza de norte a sur y es el eje de sus comunicaciones; por poco observador que sea el viajero, ha de llegar a la conclusión de que está pasando por un país donde la madre naturaleza, más de una vez madrastra, ha sido particularmente avara en aguas y en tierras; a las tierras de labor me refiero.