Cuando el paleontólogo Luis Samuel y la doctora judía Ariela Meller atravesaron las puertas del palacio arzobispal de Braga, no llegaron a imaginar que la conversación mantenida con el padre Ambrosio les iba a conducir hasta el valle del Silencio, donde un ermitaño les proporcionaría una serie de datos que los llevaría a descubrir el recorrido del Diario de Jesús, desde el sarcófago de Nicodemo, pasando por la escarcela del emperador Carlos V hasta llegar al cofre fabricado en Holanda, para que en el mismo perdurase en el tiempo.
Los percances que tuvieron que sufrir en su seguimiento, las persecuciones a las que se vieron sometidos por parte de miembros de diferentes religiones, que buscaban lo mismo que ellos pero con fines distintos, les hicieron sentir el desasosiego que se vive cuando la persona se sabe perseguida y vigilada constantemente, por quieres no dudarían en matar con tal de conseguir sus propósitos.

Si los arminianos holandeses lo guardaron celosamente durante siglos para conservarlos y los calvinistas fundamentalistas lo buscaban para destruirlo, ¿qué hacían los hombres del Vaticano tras ellos? ¿Y el Mossad de Israel?
Tanto Ariela como Luis entendían que las pretensiones de estos grupos religiosos se contraponían a las suyas. Ellos seguían la pista del Diario de Jesús para transmitir la Verdad de su contenido, los fanáticos del Vaticano y los fundamentalistas calvinistas, para que esta no llegase a sus fieles.