El sujeto no hace lo que quiere con su sexualidad, todo el placer no es suyo, el placer está siempre controlado: amordazado por la culpa... o excedido por el goce. Cuando se trata de practicar o fantasear el placer siempre alguna culpa invade al sujeto, o se siente desbordado por una fuerza incontrolable. La sexualidad es opaca porque está atravesada por la Ley y ese plus que es, también, su residuo: el goce. La opacidad sexual... eso no-dicho y dicho nunca del todo, no-sabido y sabido jamás del todo, indómito e inasible... pero resto de la Ley. ¿Cómo legislar sobre tal opacidad? y, ¿cómo sancionarla en función de los textos legales? Sobre esa dificultad trata este texto. A esa dificultad apunta gran parte de la contribución del psicoanálisis a lo jurídico. Los trabajos que integran este volumen refieren a prácticas en las que se entrecruzan la intervención psicoanalítica con la jurídica. Se trata de actos que trastocan el orden genealógico-filiatorio o arrasan la subjetividad de las víctimas. Actos que precisan la intervención de la autoridad de los magistrados que arbitren sobre subjetividades y sexualidades devastadas y que requieren la escucha cuidadosa de los psicoanalistas. ¿Una escucha sólo para las víctimas? En modo alguno. Tomar partido no es tarea de psicoanalistas que han asumido que, en la sexualidad se trata de eso indómito, inasible excedente... ligado a la Ley y que se anuda siempre con la contingencia de la existencia, la posibilidad de no ser... la muerte. Por todo eso este volumen tiene como tema central "La sexualidad ante la ley", y hace serie con los volúmenes anteriores.