La Santa Catalina de Caravaggio es, no hace falta recordarlo, una de las obras maestras absolutas dela colección del Museo Thyssen-Bornemisza. Pintada, como atestigua Bellori, para el primer mecenasdel artista, el cardenal Francesco Maria del Monte, la obra encarna el tránsito de Caravaggio desdesu lirismo temprano hacia una nueva monumentalidad. La figura aislada de la santa, cercana altamaño natural, aparece fuera de cualquier contexto narrativo. La belleza carnal de la mujer, sumirada directa, su pose casual como entre bastidores ponen en cuestión las convenciones de laiconografía sacra. Como observó Bernard Berenson, que vio la pintura en Lugano, más que una santaCatalina parece el retrato de una modelo que posa para un cuadro de santa Catalina.El experto tratamiento de la obra a lo largo del último año, a cargo de Ubaldo Sedano y eldepartamento de Restauración del Museo, ha devuelto a la pintura todo el esplendor de los coloreshasta ahora velados por los barnices oxidados. Los estudios técnicos que se presentan en estapublicación nos revelan muchos secretos: las famosas incisiones con que Caravaggio marcaba en lapintura ciertas líneas guía de la composición, el cambio de ubicación de las manos e incluso el colororiginal del vestido, un rojo carmín que todavía puede entreverse en los pliegues del ropaje.Textos de Ubaldo Sedano, Susana Pérez y Andrés Sánchez Ledesma.