Se ha producido una inversión: no somos nosotros quienes tomamos psicofármacos sino son ellos quienes nos toman, nos miran, nos agrupan desde el panóptico personal que cada uno tenemos en nuestras casas. Los psicofármacos nos vigilan, existe un canal óptico abierto entre ellos y nosotros. Cuando pierda el control, sé que llevo en mi billetera "clonacepam" que me permitirá volver a la normalidad. No queda más remedio que hablar de los intereses que tienen sobre nosotros una de las principales industrias que existen en nuestra globalizada tierra. Y de uno de los temas menos conocidos, existen cinco formas diferentes de diagnosticar en salud mental; hoy comenzamos por el diagnóstico psicofarmacológico y sus increíbles inversiones. 
Martín H. Smud Quien conozca la historia de los manicomios, aquel que venza sus miedos primarios y se interne sin recelos por el camino tan alto y tan desierto, podrá testimoniar la realidad: la institución que legaliza el saber médico de la locura y el privilegio del Estado, poco ha contribuido al desarrollo científico sobre los estados límites del hombre. El loco queda separado de los mendigos, rebeldes, perseguidos políticos y criminales y se lo entrega, como objeto de conociemiento, atado de pies y manos, a un especialista médico en el abordaje y resolución de un conflicto de salud, el psiquiatra. Mucho de lo que estoy diciendo me viene a caballo y con urgencia a partir de la lectura de los originales del último trabajo de Martin Smud. Un libro, desde ya lo anticipo, que entre sus valiosas características muestra una decisión que desnuda la ideología del propio autor: compartirlo, como se comparte simplemente el pan y el vino.