Este es un libro diferente, indispensable por su actualidad, y destinado a permanecer debido a su temática. Tiene el lector en sus manos un libro de psicoanálisis que no enseña conceptos abstractos, sino que vuelve a las cosas mismas de la infancia. Sin embargo, no expone una teoría de lo infantil, sino que nos invita a participar de ese territorio de maravillas a partir de su producción más notable: los cuentos de hadas.

  ¿Por qué los niños gustan de que se les cuenten las mismas historias? ¿Qué motiva la preferencia por un cuento u otro? En efecto, en estos casos se trata de narraciones que no importan por el final al que apuntan –todos conocemos las peripecias de Caperucita roja, Blancanieves, etc.–. Es otro placer el que sostiene la atención de niños (y grandes), menos evidente y, por lo tanto, crucial.

  Los cuentos de hadas no sólo entretienen, sino que prestan una función subjetivante. Si –como alguna vez dijera J. L. Borges– la literatura infantil es literatura sin más, después de la lectura de estas páginas, el lector tendrá la firme convicción de que los relatos infantiles son algo más que cosa de niños.