Cesta de la compra

Atila. El rey bárbaro que desafió a Roma

Autor John Man

Editorial OBERON

Atila. El rey bárbaro que desafió a Roma
-5% dto.    23,00€
21,85€
Ahorra 1,15€
No disponible, consulte disponibilidad
Envío gratis
España peninsular
  • Editorial OBERON
  • ISBN13 9788496052529
  • ISBN10 8496052524
  • Tipo LIBRO

Atila. El rey bárbaro que desafió a Roma

Autor John Man

Editorial OBERON

-5% dto.    23,00€
21,85€
Ahorra 1,15€
No disponible, consulte disponibilidad
Envío gratis
España peninsular

Detalles del libro

Durante veinte cruciales años a comienzos del siglo V, Atila tuvo el destino del imperio romano y el futuro de toda Europa en sus manos. El decadente imperio, que dominaba el mundo occidental desde su doble capital de Roma y Constantinopla, estaba amenazado por tribus bárbaras del este. Fue Atila quien creó el mayor ejército bárbaro. Su imperio rivalizó brevemente con el de Roma, extendiéndose desde el Rin hasta el Mar Negro, del Báltico a los Balcanes. En numerosas incursiones y tres grandes campañas contra el imperio romano, se ganó una inmediata e imperecedera reputación de crueldad.(*CR*)Pero en él había algo más que mera barbarie. El poder de Atila procedía de su asombroso carácter. Era caprichoso, arrogante y brutal, aunque también lo bastante brillante como para ganarse la lealtad de millones de individuos. Los humo lo consideraban semidivino, los godos y otros bárbaros lo adoraban, occidentales cultos estaban orgullosos de servirle. Atila también fue un astuto político. Desde su base en los prados húngaros, enviaba secretarios latinos y griegos para chantajear al imperio. Al igual que otros déspotas, antes y después, dependió del respaldo financiero extranjero, y supo aprovecharse de las debilidades de sus amigos y enemigos. Con esta mezcla única de cualidades, Atila casi llegó a dictar el futuro de Europa.(*CR*)Al final, sus ambiciones acabaron con él. La insensata petición de la mano de una princesa romana y ataques en el interior de Francia e Italia lo condujeron a una muerte repentina en los brazos de una nueva esposa. No fue suficiente para fundar un imperio duradero, pero sí para empujar a Roma hacia su caída final.