Virtualmente desconocida a escala internacional, la cinematografía tailandesa no es, sin embargo insignificante ni de reciente creación. Antes bien, con un bagaje de alrededor de cuatro mil largometrajes a sus espaldas, hunde sus raíces en los años veinte, por más que no alcance una mínima estabilidad hasta después de la Segunda Guerra Mundial y sólo en los años cincuenta y sesenta se configure como una industria pujante, aunque estrictamente replegada sobre el mercado interior. Una más inquieta generación de cineastas permitirá a mediados de la turbulenta década de los setenta hablar de un nuevo cine tailandés, pero las adversas condiciones socio-políticas y la falta de una auténtica proyección internacional limitarán considerablemente el impacto de este movimiento. Habrá que esperar, de hecho, a la segunda mitad de los noventa, coincidiendo curiosamente con la grave crisis económica desencadenada en el país en 1997, para asistir a la eclosión de un auténtico renacimiento del cine tailandés y a una verdadera presencia del mismo en el circuito internacional de festivales y aun en las pantallas comerciales de todo el mundo. Entusiasmo y creatividad suplen con creces las limitaciones de una industria todavía endeble y, de este modo, el cine tailandés emerge en estos años como la última gran revelación llegada de Oriente, sorprendiendo a propios y extraños que acaso nunca antes habían tenido un conocimiento directo del mismo. Primer estudio monográfico publicado en cualquier lengua occidental, Luces de Siam quiere ser, como su propio subtítulo apunta, una auténtica introducción a la historia y realidad del cine tailandés.