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Terramores
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Finalista del prestigioso Prix Fémina 2005 a la mejor novela extranjera editada en Francia, Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969), ha sabido "llamar la atención del público y de la crítica", en palabras del Nobel de Litera...

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  • Editorial ARTEMISA EDICIONES
  • ISBN13 9788496374829
  • ISBN10 8496374823
  • Tipo LIBRO
  • Páginas 378
  • Colección letras del vórtice #10
  • Año de Edición 2000
  • Idioma Castellano
  • Encuadernación Rústica

Terramores

Autor Victor Álamo de la Rosa

Editorial ARTEMISA EDICIONES

Finalista del prestigioso Prix Fémina 2005 a la mejor novela extranjera editada en Francia, Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969), ha sabido "llamar la atención del público y de la crítica", en palabras del Nobel de Litera...

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Detalles del libro

Finalista del prestigioso Prix Fémina 2005 a la mejor novela extranjera editada en Francia, Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, 1969), ha sabido "llamar la atención del público y de la crítica", en palabras del Nobel de Literatura José Saramago, prologuista de su novela El año de la seca. Traducido a varias lenguas, sus obras han sido publicadas en Francia, Brasil, Venezuela, Portugal, Croacia, entre otros países, antes, incluso, que en España. Terramores, la última novela de este escritor, llega ahora al lector español, después de su éxito en Francia, donde su narrativa ha cosechado unánimes elogios de la crítica.á

«Lo que le puede pasar a un burro, pobrecillo, lo que le puede pasar a un burro en esta isla de los demonios es difícil de imaginar. Hoy como quien dice el burro de Inocencio se escapó y se puso ciego de higos de leche, ciego, porque a la mañana siguiente no veía tres montados en un burro, esto es, que no veía nada de nada, porque al animal se le subió el azúcar, el azúcar de los higos blancos, que es mucho muchísimo, y el azúcar se le quedó nadando en los ojazos, grupúsculos de azúcar dándole vueltas y más vueltas en las retinas hasta convertirlo en un burro inservible. Inocencio lo sospechó cuando fue a la cuadra y el animal, en pie, ni se movía. Y cuando lo desató tampoco se movió, y cuando le dio en las ancas un latigazo tampoco, tampoco, que no porque no, la bestia no se hallaba, no veía, pobre animal, ni la propia salida de la cuadra. Tiró de las riendas y el burro desplazó una pata, y después la otra, pero poco después ya no hubo modo ni manera de hacerlo andar, porque el miedo a la nada que veía debió atenazarlo y azorado como estaba la muy bestia se atrincheró y todas las fuerzas del viudo Inocencio intentando desapoltronarlo no bastaron para que el asno se animara, se atreviera siquiera a dar un paso más. Que no...»

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