Los autores de esta “memoria a dos voces” (lo del “Si menor” es un guiño a la música de J.S. Bach) se han ganado la vida de varias maneras, siempre como asalariados, y durante mucho tiempo como profesores de filosofía (también de alguna otra disciplina). Pero no es necesario ser filósofo profesional para adentrarse en estas páginas. Se han limitado (¡lo que no es poco!) a contar su vida, desde su infancia. No debemos temer, afirman, densidad filosófica. No van a exponer los sistemas filosóficos o las filosofías de las que son partidarios o con las que se encuentran más cómodos.
Aunque de hecho, observan, tal como apuntó Antonio Gramsci siguiendo a Aristóteles y Epicuro, tesis que también ellos comparten, todos los seres humanos, sin excepción, filosofamos, pensamos, reflexionamos, nos interrogamos, con formulaciones más o menos elaboradas, por la orientación y sentido de nuestras vidas; damos mayor o menor importancia a la búsqueda
de la justicia, la igualdad y la fraternidad; nos preguntamos sobre el sexo, el amor, la amistad y los afectos (también sobre nuestros malestares y odios); vamos tomando conciencia de los grandes problemas de este mund “grande y terrible” (Gramsci), como el calentamiento de origen antropogénico del planeta, las insoportables desigualdades sociales, las guerras, o la locura atómica, y de lo que todo ello puede significar para nuestras vidas y para la vida de las próximas generaciones. Y así sobre mil asuntos más. Hablan a lo largo de estas páginas de vivencias individuales, de situaciones vividas por cada uno de ellos, pero, conjeturan, que tal vez esta memoria bicéfala pueda ser también parcialmente representativa de la infancia, las inquietudes, los compromisos, los estudios, las dudas, los amores, los momentos de goce, de muchas de las personas nacidas a mediados del siglo pasado, hijos, como ellos, de familias no precisamente acomodadas, en este país de todos los demonios, como escribiera el autor de “Apología y petición”, Jaime Gil de Biedma.