Montjuich. Memòries en conflicte
Editorial LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L
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Elemento de unión entre la tierra y el cielo, Montjuïc identifica el perfil de Barcelona con una majestuosidad que lleva tanto a la protección como a la amenaza.Desde 1641, el castillo de Montjuïc fue defensor de la...
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- ISBN13 9788497346146
- ISBN10 8497346149
- Tipo LIBRO
- Páginas 285
- Año de Edición 2008
- Idioma Catalán
- Encuadernación Tela
Materias
Historia De CatalunyaMontjuich. Memòries en conflicte
Editorial LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L
Elemento de unión entre la tierra y el cielo, Montjuïc identifica el perfil de Barcelona con una majestuosidad que lleva tanto a la protección como a la amenaza.Desde 1641, el castillo de Montjuïc fue defensor de la...
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Detalles del libro
Elemento de unión entre la tierra y el cielo, Montjuïc identifica el perfil de Barcelona con una majestuosidad que lleva tanto a la protección como a la amenaza.
Desde 1641, el castillo de Montjuïc fue defensor de la ciudad frente al ataque de las tropas españolas y hasta las ejecuciones de 1936-1939, las que vinieron después con la victoria franquista i las detenciones políticas con motivo de la huelga de tranvías de 1951. Así pues, su peripecia ha sido larga, compleja y contradictoria. Ha sido un espacio codiciado por la importancia militar en los conflictos de los siglos XVII y XVIII, pero después de los bombardeos de mediados del siglo XIX siguió su habilitación como cárcel política y continuó proyectando una memoria de muerte, tortura e injusticia contra idearios de transformación de la sociedad y de la ciudad, sobre todo desde 1896 con el proceso contra los anarquistas. Montjuïc recogía así el imaginario de la España negra identificada con la Inquisición: era el castillo maldito.
El golpe de estado de 1936 no alteró esta condición. Obsoleto en términos militares y ocupado en nombre del pueblo, devino prisión política en tiempos de guerra, especialmente de insurrectos y quintacolumnistas, y espacio de ejecuciones de las penas de muerte. Desde el 26 de enero de 1939, con la ocupación franquista de la ciudad, fue un lugar de recuerdo de Los Caídos que purificaba la anti-España perseguida por los vencedores de la guerra, y pasó a formar parte de los espacios de represión. Los fusilamientos, pocos pero selectivos, alcanzaron en algunos casos un gran contenido simbólico, como ocurrió con el del presidente de la Generalitat Lluís Companys y con el del general Escobar. La huelga de tranvías de 1951 le aportó los últimos presos políticos.
Montjuïc es, pues, un espacio de significación contrapuesta, de imágenes diversas y de memorias opuestas, utilizadas en el discurso político en el momento de tratar los usos de la montaña que coronaba.
Desde 1641, el castillo de Montjuïc fue defensor de la ciudad frente al ataque de las tropas españolas y hasta las ejecuciones de 1936-1939, las que vinieron después con la victoria franquista i las detenciones políticas con motivo de la huelga de tranvías de 1951. Así pues, su peripecia ha sido larga, compleja y contradictoria. Ha sido un espacio codiciado por la importancia militar en los conflictos de los siglos XVII y XVIII, pero después de los bombardeos de mediados del siglo XIX siguió su habilitación como cárcel política y continuó proyectando una memoria de muerte, tortura e injusticia contra idearios de transformación de la sociedad y de la ciudad, sobre todo desde 1896 con el proceso contra los anarquistas. Montjuïc recogía así el imaginario de la España negra identificada con la Inquisición: era el castillo maldito.
El golpe de estado de 1936 no alteró esta condición. Obsoleto en términos militares y ocupado en nombre del pueblo, devino prisión política en tiempos de guerra, especialmente de insurrectos y quintacolumnistas, y espacio de ejecuciones de las penas de muerte. Desde el 26 de enero de 1939, con la ocupación franquista de la ciudad, fue un lugar de recuerdo de Los Caídos que purificaba la anti-España perseguida por los vencedores de la guerra, y pasó a formar parte de los espacios de represión. Los fusilamientos, pocos pero selectivos, alcanzaron en algunos casos un gran contenido simbólico, como ocurrió con el del presidente de la Generalitat Lluís Companys y con el del general Escobar. La huelga de tranvías de 1951 le aportó los últimos presos políticos.
Montjuïc es, pues, un espacio de significación contrapuesta, de imágenes diversas y de memorias opuestas, utilizadas en el discurso político en el momento de tratar los usos de la montaña que coronaba.
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