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Panamá al Brown. Una vida de boxeador

Autor Eduardo Arroyo

Editorial FÓRCOLA EDICIONES

Panamá al Brown. Una vida de boxeador
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  • Editorial FÓRCOLA EDICIONES
  • ISBN13 9788416247998
  • ISBN10 8416247994
  • Tipo LIBRO
  • Páginas 328
  • Colección Siglo XX
  • Año de Edición 2018
  • Idioma Castellano
  • Encuadernación Rústica con solapas

Materias

Deportes

Panamá al Brown. Una vida de boxeador

Autor Eduardo Arroyo

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Detalles del libro

Sólo lo excepcional merece ser vivido. Eduardo Arroyo, al que apasionan las historias de boxeadores vencedores y vencidos, dedica a Alfonso Teófilo Brown esta excepcional biografía. Panamá Al Brown fue uno de los más hermosos peso gallo de la historia del pugilismo; pero sobre todo, «un artista, un bailarín, un poeta». Nació en Colón, Panamá, en 1902. Muchacho negro de origen muy humilde, vagabundo boxeaba con su sombra y soñaba con luchar en un ring. Sin presente ni futuro, emigró al Nueva York de la ley seca, las bandas de gánsteres y de jazz, donde protagonizó sus primeros combates. De una delgadez de alambre, proyectado hacia arriba, sin pantorrillas, y con una cintura de avispa, se convirtió en el más grande peso mosca desde los días gloriosos de George Dixon. Desde 1926, fecha de su primer combate en Europa, residió en París. Fue campeón del mundo de los pesos gallo, sin interrupción, de 1928 a 1935. En el centro del cuadrilátero, exhibía un magnífico repertorio de boxeador temible. Derribó a un buen número de valientes rivales –Émile Milou, Eugène Criqui, Gustave Tiger, Eugène Huat, Kid Chocolate, Kid Francis, Young Pérez, Carlos Flix o Roland Toutian–, derrotados ante la evidencia de una de las derechas más peligrosas de su época, hasta su encuentro con el valenciano Baltasar Sangchilli. Opiómano, bebedor, sifilítico, jugador, músico, homosexual y negro, el panameño logró algo impensable para entonces: convertirse en el mejor bantam del mundo. Llegó a ser millonario, con un tren de vida frenético. Aficionado a los coches, los caballos –llegó a poseer su propia cuadra de carreras– y las apuestas, acumuló enormes deudas en los hipódromos y casinos de Deauville y Maisons-Laffitte. Frecuentó a Joséphine Baker, Coco Chanel y Maurice Chevalier, y fue gran amigo de Jean Cocteau, quien ejerció de manager y consejero y le dedicó numerosos escritos. Arruinado, enfermo y abandonado por todos, murió miserablemente en Nueva York, en 1951.

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