Marco Aurelio, nacido en Roma en 121, pertenecía a una familia de magistrados, los Annio, cuyo nombre reemplazó por el de Aurelio Antonino, como prueba de gratitud al emperador que lo había adoptado. Su madre, Domicia Lucila, romana virtuosa, fue su educadora y quien lo confió más tarde al cuidado de un preceptor para que lo iniciara en la práctica de las virtudes estoicas que debían regir su vida: sinceridad, sencillez y valor.

Estudió dibujo y pintura con Diognetes para aprender el amor por las bellezas de la naturaleza; retórica con Frontón, su maestro preferido y amigo dilecto después; música y danza. Lector de Homero y Hesíodo y de los grandes trágicos griegos, cultivó al mismo tiempo la salud física mediante la práctica de los ejercicios impuestos por las disciplinas helénicas: lucha, carreras, pugilato y caza.
A los cuarenta años Marco Aurelio sucedió a Antonino en el trono, pero la preocupación constante del interés general no le impidió dedicarse a los estudios filosóficos. El pueblo romano, a quien censuraba y castigaba, incitado por el ejemplo de su emperador, se encaminó así por la ruta del estoicismo. Cincuenta y nueve años vivió Marco Aurelio y de ellos alcanzó a reinar por un período de diecinueve. De él ha dicho Ernest Renan: “Durante un momento el mundo estuvo gobernado por el mejor y más grande hombre de su siglo”.