Entre los numerosos biógrafos de Shakespeare, ninguno aporta al asunto tratado tanta pasión como Anthony Burgess ni más sentimiento al acto creativo. En su esfuerzo por «establecer los principales datos sobre la vida y la sociedad de la que surgieron sus poemas y sus obras dramáticas», Burgess logra con éxito mucho más. Insufla vida al hombre que fue Shakespeare e infunde energía a su época. Su retrato de aquel periodo se fundamenta en un sentimiento de ternura casi personal hacia el dramaturgo inglés y sus contemporáneos (en especial hacia Ben Jonson) y en un profundo sentido de la historia literaria y del teatro.

La fruición de Burgess con el lenguaje, una característica muy peculiar de este autor, aparece en este libro desde el principio hasta el final; la manera de recrear la personalidad de Shakespeare pone de manifiesto que la ha modelado a partir de su cariño por el personaje; y el brío con que ha escrito esta biografía transmite la energía del periodo isabelino. Incluso los lectores que creen poseer un buen conocimiento del Bardo encontrarán en el Shakespeare de Burgess unas cuantas sorpresas y sobrados momentos de delectación.