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El camino de la soledad no es un camino de lilas sino una traves¡a por el desierto que empieza en el ca¤¢n de Waimea, raquetea en el r¡ohelado de Lemmenjoki y, quiz , naufrague en el torii deMiyajima.

En el entreacto recorremos el delta del archipi?lagoal albur de las crecidas de la playa y a la sombra de las pitasvencidas por el viento. Los gatos vagabundean en busca de ombligos que los sacien tras el visionado de ®La infancia de Iv n¯ de Tarkovski yel crisol de Wai-O-Tapu.

Dever¡amos envolver todos los aperosde labranza ®en un m gico pa¤o de alegre color¯ de Tennyson sobre laque ruedan las casta¤as de Dickinson y sin m s atisbo de realidad que®El vendedor de tapices¯ de Fortuny.

Y as¡ bajamos y remontamos y trascendemos como si hubiera un ma¤ana, otro amanecer que atrapamos con las redes que impidan el olvido.