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La poes¡a espa¤ola de la Transici¢n se ve envuelta en una apor¡a: lanecesidad de imaginar un nuevo modo de comunidad pol¡tica y ladificultad que para esta imaginaci¢n entra¤a la crisis de la culturahumanista. Por una parte, la apertura democr tica interpela a lapoes¡a para que forje las im genes, las formas y las palabras de unnueva comunidad pol¡tica. La experiencia po?tica, sin embargo, aquejala muerte del humanismo y, con este, la quiebra de la cultura comouniverso simb¢lico capaz de armonizar las ideas, los sentimientos ylas acciones de los individuos y los grupos sociales. La historiademandaba las palabras y los imaginarios comunes que deb¡anposibilitar el di logo social, pero esta demanda apelaba a un g?neroen bancarrota desde la Segunda Mundial, orillado a la periferia de lasociedad tardocapitalista y traumatizado por sus relaciones,conspicuas o desmoralizadoras, con la barbarie. Atenazada quiz s en la pinza que forman la postmodernidad y la Transici¢n en la Espa¤a de la ?poca, esta poes¡a brilla cuanto m s se acerca a su l¡mite. Enefecto, la comunidad era un horizonte inasible, la utop¡a m s ¡ntimade estas ideolog¡as po?ticas. La poes¡a tiende hacia ella, la formulacomo un deseo, pero este deseo no puede realizarse. Es en laimaginaci¢n pol¡tica donde se hacen m s sensibles la necesidad queinterpela a esta poes¡a, el deseo que la exige, los anhelos y lasutop¡as que quedan solo unos pasos m s all  de la palabra.