Este hombre, este verdadero hombre de ciencia que ha dejado en lasp ginas de nuestra prensa m?dica innumerables testimonios de suprofundo saber profesional, fue al mismo tiempo un exquisito escritorde obras de fantas¡a, y en uno de sus aspectos no ha tenido rivalentre nosotros. Fue el primero que dio a nuestra naciente literaturamodelos de ese g?nero tan dif¡cil como es hoy el cuento, brevenarraci¢n sagazmente compuesta para que sirva de veh¡culo a las ideasm s profundas o a las ideas m s tiernas.Escribi¢ muy joven todav¡a uno exquisito, que lleva el nombre de Cal¢filo, en que bajo el velotransparente de una simple narraci¢n se estudia el arduo problema delsentimiento y la expresi¢n de la belleza. M s adelante public¢ unaserie de cuentos de igual corte y sabor, entre los que se distingueuno que no tiene realmente paralelo entre los que han producidonuestros autores. Me refiero al que se llama Cuesti¢n de monedas. Estan profundo y tan sencillo a la par, de tal suerte puede hermanarsecon lo m s elevado que a este respecto se ha producido en cualquierparte, que bien podemos dolemos y sorprenderno