Entre 1805 y 1806, Jan Potocki, partiendo de Petersburgo, atraviesa Siberia hasta sus confines suborientales, se incorpora en Irkutsk a una embajada rusa, cruza la frontera del imperio chino, se adentra por el desierto de Gobi hasta la capital de Mongolia y, de regreso, reatraviesa Siberia por un itinerario distinto al de la ida. Ha sido el mayor de sus muchos viajes, y también el último: se propone más tarde aprovechar la experiencia y conocimientos adquiridos en Siberia y Mongolia para "servir al estado" (ruso).

Emili Olcina expone el significado de este último viaje, el de un intelectual de la ilustración dispuesto a actuar en política asiática en el umbral del siglo XIX: sitúa a Potocki en la encrucijada entre el fin del antiguo régimen y el comienzo de los tiempos nuevos, y aborda, en la figura de Potocki en su aventura china, el modo europeo de construir una representación de lo asiático.