De qué se trata "El trabajo del analista"? Caído el cliché de que el analista nada promete, su acto tiene su primera puntada en la promesa de escuchar. Ahora agregamos que mucho antes, antes incluso de su oferta-demanda de ejercer, el analista realiza un trabajo. Término que tiene incluso las connotaciones de la física (donde el trabajo es igual al producto de la fuerza por la distancia), pues supone un esfuerzo que le permite realizar lo que el conjunto de la comunidad analítica bien califica de recorrido. Trabajo que Freud ya vislumbraba cuando hablaba de resistencias, la que Lacan subrayó especialmente al hablar de resistencias del analista. Entonces, el significante "El trabajo del analista" es el que precisa y requiere su posición deseante. Si el deseo es siempre de dificultad, las dificultades suponen un trabajo que permite atravesar el obstáculo.

Hugo Dvoskin nos invita a realizar un viaje junto a "viejos amigos": la Bella Carnicera, las exigencias de garantía del obsesivo, la insatisfacción histérica y los sueños como vía regia al inconsciente y al diagnóstico; la obediencia, la compulsión, los "amores perros" y el "un poco" de satisfacción -que atraviesa como concepto todo el libro-, son algunos de los nombres que marcan el derrotero de la praxis clínica para llegar a la pregunta acerca de quiénes serían analizables. Dentro de este "bestiario", la clínica con padres, madres y niños tiene su propio capítulo, al igual que novedosos desarrollos acerca del fantasma y su lógica.

La lectura de este libro es indispensable para el analista que reflexiona acerca de su posición, que hace de ella un asunto del psicoanálisis todo. Así es como Hugo Dvoskin logra llegar a escribir en sus últimas páginas: "Que alguien esté decidido a analizarse es justamente estar dispuesto a que su analista no sepa, estar dispuesto a no llevar al límite esa demanda de saber del Otro. Podríamos decirlo de este modo: mi análisis anda cada vez mejor, mi analista sabe cada vez menos".