Gracias a la compacta estructura del centro, Amsterdam, que se extiende sobre más de 90 islas, resulta un lugar maravilloso para pasear. Sólo el viajero que recorra a pie sus callejuelas adoquinadas junto a los canales percibirá la elegancia de las altas y esbeltas casas burguesas, advertirá la presencia de las garzas sobre el techo de los barcos-casa y se topará con algún hofje (patio) oculto o alguna tienda de antigüedades. El conjunto histórico rodeado por el anillo de canales se ha conservado por completo con el paso de los siglos. Por este motivo, todo el centro fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1999. El espíritu emprendedor de los comerciantes y el tolerante «vive y deja vivir» de una población abierta a todo lo nuevo se unen aquí desde hace siglos, generando un ambiente muy particular. Así se presenta Amsterdam: joven y, sin embargo, llena de tradiciones, excitante y relajada, activa y sosegada, cosmopolita y rural al mismo tiempo.

En la actualidad, Amsterdam es una metrópoli de 730.000 habitantes, de medidas abarcables, sorprendentemente relajada y a veces algo caótica. Los amsterdameses continúan prefiriendo sus fiets para desplazarse, esas bicicletas casi siempre oxidadas. Los fines de semana de verano a muchos les gusta oír el ruido del motor de un pequeño bote por los canales con una copa de vino rosado en la mano, o sentarse al sol con una taza de café en la acera ante la propia casa. Las cafeterías son una parte importante de la vida local. Gracias a su enorme variedad, Amsterdam atrae a visitantes de lo más diverso. No obstante, cuando los olmos se reflejan en las aguas de los cana-les y de fondo suenan las campanas de la Westerkerk, todos ellos sienten la misma fascinación por esta ciudad.