Cesta de la compra

Caminos de Santiago- Una peregrinación milenaria- Revista Altaïr Especial 7

Autor William Eggleston

Editorial REVISTA ALTAÏR, S.L.

Caminos de Santiago- Una peregrinación milenaria- Revista Altaïr Especial 7
-5% dto.    5,25€
4,99€
Ahorra 0,26€
No disponible, consulte disponibilidad
Envío gratis a partir de 19€
España peninsular
  • Editorial REVISTA ALTAÏR, S.L.
  • Tipo LIBRO
  • Colección Especial #7
  • Año de Edición 2004
  • Idioma Castellano

Caminos de Santiago- Una peregrinación milenaria- Revista Altaïr Especial 7

Autor William Eggleston

Editorial REVISTA ALTAÏR, S.L.

-5% dto.    5,25€
4,99€
Ahorra 0,26€
No disponible, consulte disponibilidad
Envío gratis a partir de 19€
España peninsular

Detalles del libro

Todos los años, decenas de miles de caminantes y cicloturistas recorren las sendas que llevan a Santiago de Compostela. No los arredra enfrentarse a semanas de esfurzo, heridas en los pies o los glúteos, quebrantos musculares, abismos anímcos... Cuando su experiencia coincide con un año santo compostelano, el dogma católico les garantiza el premio de la indulgencia plena; la amnistía para sus pecados. Sin embargo, el fenómeno jacobeo va más allá, rebasa el ámbito de la fe y se adentra en el de la sociología: el promedio de asistencia en los años "no santos" va en aumento, para unas rutas que superan los setecientos kilómetros. ¿Qué los anima, qué impulsa sus piernas?
Desde su nacimiento, cuando en el siglo IX se descubrió la supuesta tumba del apóstol, el Camino de Santiago tuvo vocación de fenómeno transnacional y de masas. Su propósito fue despertar un fervor y una identidad comunes en la Europa medieval, crear complicidades que incentivasen la resistencia contra los musulmanes. Fruto de ese sueño, riadas de peregrinos atravesaron el continente y, a su paso, obligaron a permeabilizar fronteras, a construir posadas, a idear formas de pago que admitieran su dispar procedencia... El Camino fue el primer proyecto común de unos pueblos que, entonces, sólo compartían su fe.
Hoy, la complejidad del mundo se proyecta en unas rutas donde las inquietudes espirituales conviven con el afán deportivo y hasta con el deseo de disfrutar de unas vacaciones originales. Esta mezcla puede decepcionar: el Camino, es cierto, se ha vulgarizado; pero no hay que menospreciar su magia.
De entrada, porque la masificación sólo se da en el Camino Francés, no en otras rutas clásicas hacia Compostela, como los caminos Morisco y de la Costa. También, porque cualquiera de ellos ofrece un curso intensivo sobre los paisajes peninsulares, desde las cumbres pirenaicas o cantábricas a la estepa castellana o la dehesa extremeña, los feraces valles riojanos o leoneses, la alcantilada costa vasca... O por la emoción de superponer las propias pisadas a las más de dos millones de peregrinos que nos precedieron durante siglos, mientras se descubre la subversión mental que generan semanas de marcha ininterrumpida. E incluso por la enriquecedora convivencia entre personas a las que sólo unen las cosas de verdad importantes: el acceso a comida, la conservación de la ruta, hallar cobijo adecuado para dormir... Las mismas, curiosamente, que ya preocuparon a los peregrinos de todos los tiempos.