Cada vez hay más familias que son atendidas desde los servicios básicos de atención social con hijos menores a su cargo. Muchas se encuentran en situación de riesgo de pobreza, con ingresos insuficientes, con procesos de atención y de intervención que perduran con los años y que les generan dependencia de estos servicios. Esta situación genera frustración en las familias y malestar a los profesionales que no saben cómo afrontarlo. Hay un alto riesgo de transmisión intergeneracional de la pobreza si no se activan medidas que ayuden a prevenir y tratar esta situación llena de amenazas. Ante esta realidad estas familias depositan en sus hijos e hijas grandes expectativas de futuro, que pasan por el éxito educativo y la posibilidad de una movilidad social ascendente que a sus progenitores se les ha negado. Su resiliencia les ayuda a superar esta situación de precariedad. Pero, hay que estar muy pendientes de no invisibilizar situaciones de riesgo, no detectadas en estos menores, que llevan a situaciones negativas para su desarrollo.