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La Antonia: poemas, cartas y fotografías de Antonia Pozzi escogidos y narrados por Paolo Cognetti

Editorial PEPITAS DE CALABAZA EDICIONES

La Antonia: poemas, cartas y fotografías de Antonia Pozzi escogidos y narrados por Paolo Cognetti
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  • Editorial PEPITAS DE CALABAZA EDICIONES
  • ISBN13 9788418998454
  • ISBN10 8418998458
  • Tipo LIBRO
  • Páginas 204
  • Colección VIDAS #25
  • Año de Edición 2023
  • Idioma Castellano
  • Encuadernación Rústica con solapas
  • Audiencia General / "Trade"

La Antonia: poemas, cartas y fotografías de Antonia Pozzi escogidos y narrados por Paolo Cognetti

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Detalles del libro

En este precioso volumen Paolo Cognetti reconstruye de manera magistral la vida de Antonia Pozzi a través de cartas, poemas y fotografías, y nos permite conocer la trágica y maravillosa historia de la Antonia.

La historia que Paolo Cognetti ha contado en este libro, que pasa ante nuestros ojos como un documental, es la de una chica de piernas largas y nerviosas. Milán, las montañas y la escritura son las cosas que siente que tiene en común con ella. La chica nació a principios del siglo xx: su familia burguesa la aprisionó en el conformismo, pero le dio la oportunidad de tener experiencias vetadas a otras mujeres, como estudiar en la universidad, viajar por Europa, ir a la montaña y escalar. Exploró el mundo con un deseo ardiente, y se exploró a sí misma a través de la fotografía y la poesía. Amó con exceso e inexperiencia, como le aconsejaron sus pocos años. La montaña siempre fue su maestra y su refugio. Se llamaba Antonia Pozzi y se suicidó en 1938, pero aquí vuelve a la vida a través de fotos, diarios, cartas y poemas, fragmentos de una existencia que aún palpita gracias a la narración de Cognetti que, mezclando sus palabras con las de ella, nos la devuelve mediante un retrato nítido y delicado: un homenaje a una artista que, sin saberlo y sin quererlo, escribió un capítulo de la historia del siglo pasado.

Antonia Pozzi nació en Milán en 1912. Fue poeta, fotógrafa y alpinista. Estudió en la Facultad de Letras y se licenció en Estética con Antonio Banfi. Viajó por Europa, pero sobre todo amaba Pasturo, a los pies de la Grigna, donde su padre había comprado una casa. Allí puso por primera vez las manos sobre la roca, allí escribió muchos de sus versos, allí pasó sus pocos veranos. También amaba los Dolomitas y el Cervino, la música clásica, la lengua alemana, los niños. Puso fin a su vida en diciembre de 1938 en Chiaravalle, en la periferia del sur de Milán. Sus poemas fueron publicados póstumamente y está considerada uno de los principales exponentes de la poesía italiana del siglo xx.


Paolo Cognetti nació en Milán en 1978. Comenzó a escribir muy joven y, entretanto, probó muchos otros oficios: matemático, documentalista, cocinero de un restaurante de montaña. Con veintiséis años, la edad a la que murió Antonia Pozzi, debutó en la literatura con una colección de relatos. Con Las ocho montañas ganó el Premio Strega y fue traducido en todo el mundo. También ha publicado El muchacho silvestre, Sofía viste siempre de negro, La felicidad del lobo, Nueva York es una ventana sin cortinas y Sin llegar nunca a la cumbre. Su montaña se encuentra en el valle de Aosta, en particular en los valles del Monte Rosa, donde ha abierto un refugio.

[...] Hoy he dado un corto paseo hasta un bosque cercano. Todavía hace frío, los árboles están completamente desnudos. Pero en los prados hay muchísimas flores: violetas, prímulas, jacintos, brezos rojos bajo los castaños. Las nomeolvides son pequeñas y están cerradas: en mayo crecen en altura, los prados son completamente azules. Cuando vengas, habrá más flores que hierba. Cuando pienso que verás esta tierra mía, estas cosas humildes, todo me parece tan limitado, miserable, yermo: me gustaría pedirles a las cosas que fueran lo menos feas posible, al aire que fuera dulce, al sol que brillara, sabiendo que vas a venir. [...]
[...] Esta foto es muy importante, la más importante de todas: se la hace su mejor amiga, la Cia, y se la dará a Dino. La montaña detrás de la Antonia es el Grand Tournalin, por lo que estamos del lado de Resy, otro pueblo walser a más de 2000 metros de altitud. Encontré la casa, en el camino que sube al pueblo, aunque fue reformada hace años y ya no tenía ese «hongo» típico de las casas walser. Alrededor, sin embargo, nada había cambiado, los perfiles de las crestas, las rocas, el bosque: encuentro muy reconfortante pensar que, por muy tumultuosa, apasionada, dolorosa que nos parezca nuestra vida, para la montaña dura solo un día: nos ve pasar y nos sobrevive siempre. [...]