Esta actualizada versión de la anterior obra (Los caminos de la información. Madrid, Fragua, 1996) viene a confirmar que los principios esenciales que presidían la primera se conservan en elebado porcentaje aunque completados de acuerdo con la bibliografía más reciente portadora de nuevos avances teóricos pero manteniendo el propósito de la documentación personal y también manteniendo en determinado porcentaje la terminología tradicional de la documentación. Tan sólo han variado las herramientas -el avance de las nuevas tecnologías-, el cambio de lo convencional a lo electrónico y digital, lo que nos exime de citar multitud de ejemplos de fuentes que el lector ahora localizará con suma facilidad merced a los motores de búsqueda en Internet. Pero teniendo en cuenta una reflexión que nos parece esencial y que marca el futuro de lo que deben ser los saberes documentales y su finalidad. Del mismo modo que la educación ya no se perfila como una mera trasnmisión de conocimientos convirtiéndose el maestro en guía del aprendizaje, la documentación sirve el interés del ciudadano en cuanto el documentalista le facilita las fuentes de información de modo cada vez más personalizado.