Con su atenta observación de la naturaleza de las orillas, su antipoesía proclama la rebeldía de la vida más allá de los intereses del mercado. Insumisa y subversiva, la profundidad de su escritura camina a través de la sabia ironía con la que enjuicia la sociedad y las relaciones humanas sin perder un ápice de tensión ni de asombro. De hecho, sus piezas, que basculan entre la vehemencia y la contención, afirman la vitalidad de una naturaleza normalmente despreciada o desatendida, al mismo tiempo que se abren a una dimensión simbólica que guarda una poderosa reflexión sobre el lenguaje. Su obra, en suma, revela una notable inquietud por descubrir las capacidades expresivas y representativas de una voz no complaciente.

(Huelva, 1957). La irreverencia, la desacralización y la mirada ecológica y una visión muy crítica de la noción de progreso nutren su poesía. Bajo distintos heterónimos, ha ido desplegando una de las trayectorias más singulares de la literatura española en castellano, que comenzó en 1992 con Los cuadernos del tío Prudencio y que ha dado títulos tan significativos como Resistencia por estética o Antisonetos.