Durante su etapa escolar, el alumnado con dislexia suele tener algunos de estos problemas: el profesorado cree que es inmaduro o vago, se retrasa la evaluación para su diagnóstico porque no es el momento oportuno, piensa que es tonto o poco capaz, repite curso, la identificación de la dislexia se acompaña por la mala noticia de que es tarde para hacer una buena intervención, escucha burlas sobre su forma de leer, nadie le explica qué le pasa, recibe algún tratamiento pseudocientífico, caro pero ineficaz; si tiene adaptaciones, alguien opina que se trata de un privilegio injusto. Y, por supuesto, le cuesta mucho leer bien y le cuesta mucho escribir bien.
Este es un libro sobre todos esos problemas y sobre cómo docentes, familias, logopedas y otros terapeutas podemos actuar ante ellos, de la forma que ha mostrado ser más útil, si es que hay investigación que lo justifique, o de una forma sensata, si no tenemos más remedio que utilizar el sentido común.