En estas páginas el lector podrá encontrar los problemas clínicos nuevos que para el psicoanalista implica la escucha de los adolescentes tributarios de una época en la que el Otro y los semblantes que lo encarnaban parecen hacer mutis por el foro, época cuyos efectos, lejos de proporcionar una mayor libertad para el adolescente, lo sujetan a los subproductos de la ciencia y el mercado y lo convierten más que en consumidor, en objeto de consumo.
Las manifestaciones con los que se enfrenta el psicoanalista son nuevas: los adolescentes "ni -ni", que nos descubre Damasia Amadeo de Freda; los síntomas que se leen a partir del discurso universitario (el sinvergüenza, el estresado, el insomne, la anorexia) y aquellos que se leen a partir del discurso capitalista (la sobredosis, el consumidor, el apostador, el ansioso, el depresivo) y que Verónica Berenstein opone a los síntomas que obedecen a las coordenadas edípicas (culpa, vergüenza, angustia, conversiones); la droga como artefacto, al que se refiere Omar Buamden; las invenciones en la psicosis y el autismo que presenta Magdalena Chiappini; el sostén en la nominación que rastrea Débora Nitzcaner en Malala, joven que en el año 2014 recibió el Premio Nobel de la paz, contando con diecisiete años; el "diseño de sí", "la autoerótica del saber", el fenómeno Hikikomori, la identificación no mediada por el ideal en las comunidades de goce que despliega Virginia Notenson. Nada de esto forma parte del retrato de los adolescentes que pasaron del internado a la fábrica en el siglo XIX ni de los que levantaron las consignas de los años '60 y '70 del siglo pasado.