A raíz de las conclusiones del informe de la Comisión para la Educación del siglo XXI (informe Delors, 1996), se ha puesto de relieve la importancia de aprender a ser en relación con los demás. Además, la gran difusión de estudios y experimentaciones de diferentes autores han hecho emerger con fuerza investigaciones y propuestas de trabajo en los centros sobre la esfera de lo emocional. En cierta medida, la importancia de conectar lo racional con lo emocional está de moda, pero siempre, de una manera u otra, se ha llevado a cabo. Quizás en los currículos oficiales no quedaba suficientemente explícito, pero ningún maestro o maestra cabal podía imaginarse el acto de educar sin una implicación afectiva total.
Las vivencias emocionales y afectivas son el motor de nuestra vida y de nuestras relaciones; en consecuencia, también deberían serlo de la educación. Este planteamiento es el que hemos intentado transmitir mediante estas páginas.