A lo largo de los siglos, los habitantes de las comunidades marineras de la fachada atlántica europea han mantenido una productiva relación comercial con sus respectivas comarcas interiores y han sustentado entre sí activas relaciones, tanto económicas como culturales, teniendo a la mar como principal punto de unión. La mar y algunas actividades vinculadas al mundo marítimo, especialmente la pesca y la navegación, han sido un poderoso factor de comunicación entre poblaciones y culturas, que han llegado así a compartir su condición «atlántica», con grandes similitudes en costumbres, creencias y formas de vida.

Es precisamente en este ámbito geográfico y social donde se aprecia la semejanza existente en el desarrollo de numerosos oficios marineros que tuvieron a la mujer como principal protagonista, pues desde temprana edad las mujeres de los pueblos del litoral atlántico han participado de los trabajos de la mar con la misma intensidad que los hombres.