Silas, el ermitaño, vive en una cueva en una zona montañosa adyacente a una ciudad a la que únicamente acude para adquirir libros. Su vida cambia en el momento en el que conoce a un pastor atormentado por la culpa, que le introduce en el lenguaje de los pensamientos. Silas sale de su aislamiento justo en el momento en el que sobre la ciudad-Estado se ciernen varias amenazas, de procedencia interna y externa. La ambición, la conspiración, la traición y el miedo a lo desconocido están presentes en un relato en el que el uso de ese lenguaje de conexiones empáticas se convierte en esencial para el destino de la ciudad «del color de la canela».