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La Muerte, esa discreta sombra que nos sigue en cada paso.

En estos relatos, el escritor, con sutil iron¡a, nos la presenta en susdiferentes estados de  nimo. Distra¡da y olvidadiza unas veces, ypresurosa tras las almas errantes. Compasiva otras, hasta el punto dellegar a preguntarse, si no estar¡a contagi ndose de la piedad humana. Burlona en alguna otra ocasi¢n, como, cuando escondida bajo la camade una pareja, junto a un aterrado delincuente que pasaba por all¡, se mofa de las miserias de nuestra vida. Despiadada otras veces,mientras, sentada sobre una tumba, junto a un joven que intentasuicidarse, espera implacable su fatal decisi¢n, a la vez que, llenade soberbia, nos dice que ella es quien da sentido a nuestraexistencia. Y tambi?n, en su ilimitada vanidad, con un mundo yaextinguido, llega a creerse la diosa del universo, mientras se dice:®Qu? paradoja, que sea yo, la Muerte, el £nico ser que hasobrevivido¯.

Todos estos relatos son como un Memento morique, entre la gravedad y la jocosa iron¡a, nos ayudar  a exorcizar ala misteriosa figura.

Cinzia Goldoni

Profesora deLiteratura en la Univ. de Mil n