El azar es una de las circunstancias que más influyen en el desarrollo de la ávida áel hombre. Durante muchos años puede obrar a favor, como le sucedió a una familia valenciana, de origen aragonés, los Borja. Muchos de sus miembros ocuparon altísimos cargos cerca del poder, tanto al servicio de distintos monarcas europeos, como, lo que es más importante, al frente de la Iglesia. Dos en concreto, que italianizaron su apellido para transformarlo en Borgia, fueron papas. El primero fue Alfonso (o Alonso), que luego fue conocido como Calixto III. El segundo fue Rodrigo (o Roderic), que tomó el nombre de Alejandro VI. A partir del ascenso del segundo al trono de San Pedro, cobraron especial protagonismo cuatro de sus hijos, cuya madre fue la romana Vanozza de Catanei, Juan, César, Lucrecia y Jofre. Todos se vieron envueltos, en mayor o menor grado, en distintas conspiraciones, intrigas y ambiciones.
Aunque las más de las veces no esté demostrado suficientemente, fueron acusados de asesinar a muchos de sus oponentes. Se habló de veneno, de muertes «por encargo» y de ataques directos con la excusa de la traición. No es de extrañar pues, que sus enemigos más encarnizados, pertenecientes a las familias Colonna, Orsini y della Rovere, echaran sobre su memoria un manto de infamias y sospechas que ha trascendido el tiempo. La más vilipendiada fue, desde luego, Lucrecia, a pesar de que en los últimos años de su vida, como duquesa de Ferrara, fue reconocida como mujer honesta y virtuosa.
Años después sirvió de inspiración a un personaje al que se trató de «hija del Diablo», ni más ni menos. Quizá el máximo responsable fue el escritor francés Víctor Hugo. En este libro tratamos de poner luz sobre toda su familia, no olvidando a César que, por su parte, inspiró a Nicolás Maquiavelo para escribir El Príncipe. Tampoco olvidemos que uno de ellos fue santo, Francisco de Borja, General de la Compañía de Jesús.