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La novela se abre con un breve preludio en el que, al volver de unápaseo, el narrador, con gran dificultad, recoge «un magnífico cardoáen flor de la especie que llamamos cardo tártaro». El cardo es ya eláimplícito emblema de Hadjí Murat: ¡Cuánta energía y vitalidad!á¡Con qué tenacidad defendió su vida y qué cara la vendió! Hadjí Murat es la excepción más grandiosa del último Tolstoi, pues ahí el viejo chamán rivaliza con Shakespeare. La extraordinaria facultad deáShakespeare a la hora de dotar de una existencia exuberante inclusoáa los personajes más secundarios, a la hora de henchirlos de vida, esáinteligentemente absorbida por Tolstoi. Todo el mundo en HadjíáMurat posee una vívida individualidad: Shamil, el zar Nicolás,áAvdéiev, el desdichado soldado ruso muerto en una escaramuza o elápríncipe Vorontsov, a quien Hadjí Murat se entrega. El catálogo parece interminable, como en las obras mayores de Shakespeare. Estáátambién Vorontsov, jefe del ejército ruso, y su edecán, Lorís-Mélikov, que se encarga de la custodia de Hadjí Murat, así como Butler,áun heroico oficial capaz de apreciar las cualidades del jefe tártaro.

También resultan muy convincentes las dos mujeres más destacaádas del relato: la princesa María Vasílievna, casada con el joven Vorontsov, y María Dimítrievna, la amante de un oficial de poco rango.
Harold Bloom