Una noche helada, entre Navidad y Año Nuevo, en una ciudad del norte de Inglaterra, encuentran el cuerpo de un hombre en el suelo de su mísera vivienda. Lleva varios días muerto. Tras no ser reclamado, el cadáver es incinerado. Así nos presenta Jon McGregor a Robert Radcliffe, el inolvidable protagonista de su tercera novela. Cuando la policía empieza a reconstruir loshechos que llevaron a su muerte, la historia de Robert se despliega a través de las voces de quienes lo conocieron, que, como un coro trágico, van delineando un recorrido vital marcado por la pérdida. Los prometedores inicios de una vida en pareja pronto dan paso a la desesperanza, a la botella de whisky vacía en el fregadero junto a los biberones; luego, los gritos, el miedo y el abandono.

A partir de ahí, la espiral descendiente se torna vertiginosa, una existencia presidida por la botella y la jeringuilla. Robert se convierte de este modo en el centro de un pequeño microcosmos de vidas rotas, de seres humanos desahuciados por su incapacidad de adaptación. La suma de estas voces fragmentadas confiere a este hermoso relato su intensidad, su dulzura y su acerada dureza.

Jon McGregor triunfa de forma indiscutible en esta recreación de un mundo marginal tan cercano y tan lleno de dolor y soledad que a menudo preferimos convertir en invisible. Ni siquiera los perros está escrito con un lenguaje que corta como el filo de una navaja y que logra plasmar con dosis iguales de crudeza y empatía las vidas que se quedan en la cuneta, la pérdida del amor y el vacío más insondable.