Shopping Cart

La ingeniería es humana. La importancia del fallo en el éxito del diseño

Editorial CINTER DIVULGACIÓN TÉCNICA, S.L.L.

La ingeniería es humana. La importancia del fallo en el éxito del diseño
18,00€
Available online, receive it in 24/48h working days

Do you want to pick it up at the bookstore?
Free shipping on orders over 19€
Mainland Spain
FREE shipping from €19

to mainland Spain

24/48h shipping

5% discount on all books

FREE pickup at the bookstore

Come and be surprised!

  • Publisher CINTER DIVULGACIÓN TÉCNICA, S.L.L.
  • ISBN13 9788493227029
  • ISBN10 8493227021
  • Type BOOK
  • Pages 320
  • Collection CINTER DIVULGACION TECNICA
  • Published 2007
  • Language Spanish
  • Bookbinding Rustic
  • Audience Young adults

La ingeniería es humana. La importancia del fallo en el éxito del diseño

Editorial CINTER DIVULGACIÓN TÉCNICA, S.L.L.

18,00€
Available online, receive it in 24/48h working days

Do you want to pick it up at the bookstore?
Free shipping on orders over 19€
Mainland Spain
FREE shipping from €19

to mainland Spain

24/48h shipping

5% discount on all books

FREE pickup at the bookstore

Come and be surprised!

Book details

"La ingeniería es humana" nos reconcilia con el error. En sus páginas, Henry Petroski analiza la ingeniería como tentativa humana y por consiguiente sujeta a error. Sin embargo, el enfoque de Petroski presenta el fallo desde un prisma novedoso demostrando que construir más allá de los límites de lo conocido y emplear materiales nunca utilizados antes no tiene por qué conducir necesariamente al fracaso. Proyectar es en definitiva evitar el fallo y conocer la forma en que otras estructuras similares han fallado nos previene de repetirlos. A lo largo del libro se analizan algunos de los fallos más relevantes en la historia de la ingeniería como el del derrumbe de las pasarelas del hotel Hyatt de Kansas City, el Puente de Tacoma Narrows o los accidentes del DC 10 o el Comet de los que podemos extraer lecciones fundamentales para el desempeño de la ingeniería. Nadie quiere aprender a base de errores, pero de los éxitos no podemos extraer conclusiones que nos permitan ir más allá. Como sostiene Petroski, el éxito puede ser grandioso, pero sin duda la decepción puede enseñarnos más.

Prólogo de Robert Brufau
Prefacio
1 Es humano
2 Caerse forma parte de crecer
3 Aprender de los juegos; aprender de la vida
Apéndice: La obra maestra del diácono por Oliver Wendell Holmes
4 La ingeniería como formulación de hipótesis
5 El éxito reside en anticipar el fallo
6 Diseñar es ir de un punto a otro
7 Diseñar es revisar
8 Accidentes al acecho
9 La seguridad en cifras
10 Cuando las fisuras se convierten en descubrimientos
11 De chasis de autobús y hojas de cuchillos
12 Interludio: La historia del éxito del Palacio de Cristal
13 Los altibajos de los puentes
14 Ingeniería forense e ingeniería de ficción
15 De la regla de cálculo al ordenador: olvidarse de cómo se calculaba antes
16 Conocedores del caos
17 Los límites del diseño
Epílogo a la primera edición
Bibliografía
Nota de autor y créditos de las ilustraciones

Hará ahora cerca de veinte años cuando un buen amigo me habló por primera vez de Henry Petroski y de su libro To engineer is human: The role of failure in succesful design recomendándome especialmente una lectura profunda de determinados capítulos, al entender que podían aportarme un nuevo punto de vista para mi actividad como consultor estructural. Estábamos entonces dando los primeros pasos para el diseño estructural de un buen número de los proyectos e instalaciones de la Barcelona Olímpica, algunos de los cuales se intuían de alta complejidad y que iban a propiciar la necesidad de adentrarse en algunas soluciones estructurales novedosas, y según nuestra propia información, no utilizadas anteriormente, por lo menos en España.

Recuerdo, de manera muy especial, nuestras inquietudes por el desarrollo de la estructura del Pabellón Olímpico de Baloncesto de Badalona, una extensa construcción cuya cubierta elíptica, en diente de sierra, se basaba en un postensado sistemático en las dos direcciones, mediante siete grandes vigas, una longitudinal central cubriendo la mayor luz del recinto y seis transversales con diferentes longitudes adaptadas a la geometría elíptica de la planta. Las siete vigas subtensadas, con una geometría definida a la manera de las armaduras ferroviarias de Albert Fink, debían comportarse de manera compatible al ser comunes sus montantes comprimidos. El departamento técnico del COI (Comité Olímpico Internacional) había solicitado un informe a expertos sobre los precedentes de esta opción estructural, recibiendo por respuesta que no se conocía ninguna construcción, a nivel mundial, de características similares. La inquietud surgió entre los gestores del COI, quienes nos convocaron para sugerirnos la adopción de soluciones más convencionales y, a tenor de una frase oída en la reunión para evitar opciones de riesgo , aunque luego la misma persona añadiera el matiz dado el poco tiempo de que disponemos . Por fortuna la actitud de sus arquitectos, Esteban Bonell y Francisco Rius, fue firme y el proyecto continuó tal como entre todos lo habíamos proyectado. A pesar de algunas dificultades a lo largo del proceso constructivo (¿y que obra compleja realizada en un tiempo muy limitado no las tiene?) el proyecto fue un éxito y recibió el Premio Mies Van de Rohe del bienio 1992-93, galardón que cada dos años se concede a la mejor obra arquitectónica del ámbito europeo, destacándose en el acta del Jurado la calidad de su singular solución estructural.

Coincidió esta etapa de nuestra actividad con el conocimiento de dos fuentes que tuvieron una gran influencia en nuestro trabajo. Por un lado, el descubrimiento del espíritu de la obra experimental de Robert Le Ricolais, cuya presencia en el resultado final es indudable y, por el otro, la atenta lectura del libro de Henry Petroski que ahora presento. En lo que a mí concierne -y puedo suponer que también lo fue para mis compañeros en este viaje estructural, Agustín Obiol y Lluis Moya- la actitud analítica y el optimismo que se desprende de la lectura del libro fue de gran ayuda, especialmente en aquellos momentos en que las dudas y las incertidumbres parecían implicar un cierto freno al avance del proyecto.

Puede parecer sorprendente que haya utilizado el término optimismo para definir la sensación que siempre me ha producido una obra que, precisamente, describe y analiza, de manera recurrente, las principales catástrofes de la construcción a lo largo de los dos últimos siglos. Y, sin embargo, en todas sus páginas Petroski alienta a la innovación, a avanzar por nuevos caminos y con nuevos materiales, sin acomodarse a los éxitos pasados.

El precioso título de uno de sus primeros capítulos Caerse forma parte de crecer es representativo de una actitud que está presente en todas las páginas. Voy a prestar atención a un párrafo extraordinario que el autor incluye al reflexionar sobre el proceso de formación de la estructura del niño:

Acudimos a nuestros padres para olvidar nuestro miedo reflejo y, al final, aprendemos a confiar en las vigas, las viguetas y los pilares de sus brazos y de nuestras cunas Los miembros de nuestro cuerpo aprenden a funcionar como palancas, vigas, columnas e incluso a formar estructuras como torres o puentes, a medida que aprendemos a darnos la vuelta en la cuna, sentarnos, gatear, andar y, por regla general, soportar tanto el peso de nuestros propios cuerpos como de aquello que transportamos. Al principio hacemos estas cosas torpemente, pero aprendemos de nuestros errores. Cada vez que el puente de nuestro cuerpo se cae, lo reconstruimos de nuevo Llegamos a dominar el gateo y a elaborarlo, moviéndonos con más rapidez, más libremente y cada vez con menos miedo a que las vigas y columnas de nuestra espalda y extremidades se desplomen. Ampliamos nuestra teoría sobre estructuras y planteamos la hipótesis de que podemos caminar erguidos y mantener el equilibrio en la estratosfera. Pensamos estas palabras en el idioma universal del balbuceo y, con la arrogancia de la juventud, tratamos de alcanzar las estrellas. Con cada paso vacilante y cada caída, nuestros cuerpos aprenden lo que no hay que hacer la próxima vez. Con el tiempo caminamos sin pensar y pensamos sin caernos

Pensando en la superación y siempre en el contexto de la ingeniería estructural, Petroski hace frecuentes incursiones en diversos campos de actividad. Introduce al lector en el mundo de la edificación analizando dos situaciones opuestas, dedicando, por un lado, un capítulo completo al gran éxito que representó la construcción del imponente Palacio de Cristal de la Exposición Universal de Londres (Joseph Paxton, 1851) en solo 17 semanas, mientras que, por el otro, destina también un capítulo a la descripción del gran fracaso del Hotel Hyatt Regency de Kansas, colapsado parcialmente el año 1981, con el trágico resultado de 114 víctimas mortales. Con un razonamiento similar aborda el exitoso Puente de Brooklyn (John y Washington Roebling, 1883) en contraposición al fallido puente de Tacoma Narrows, hundido, el año 1940, a causa de un incorrecto diseño que no consideró una evaluación exhaustiva de todos los factores de riesgo. Finalmente, hace también algunas incursiones en el mundo de la aeronáutica, analizando el paradójico caso de los aviones Comet, fabricados por la empresa inglesa De Havilland, en los que, después de tres catástrofes consecutivas y después de un riguroso análisis de las causas que las habían producido, sus ingenieros, tras aprender de los fallos precedentes, procedieron al lanzamiento exitoso del nuevo Comet-4. El simple detalle de haber mantenido el nombre de los aviones le sirve a Petroski para redundar en la necesidad del aprendizaje a partir de los errores, para alcanzar el éxito final.

Unos años después de la satisfacción del Pabellón Olímpico de Badalona, sufrimos el fallo de la cubierta de un Polideportivo muy singular, con una solución sumamente audaz. La obra se emplazaba a muchos kilómetros de nuestro lugar de trabajo y no podíamos controlar su ejecución de manera sistemática. Un deficiente montaje, no detectado, de unas armaduras de la cimentación en que se anclaban los cables de sujeción de la cubierta propiciaron que éstos se soltaran y con ello sobreviniera la ruina de su estructura, cuando ya estaba prácticamente terminada. Aunque fue una situación imprevisible, ajena a la obligada consideración de los factores de riesgo del propio diseño estructural, no cabe duda que podría haberse evitado si en el proyecto, conociendo la importancia de tal cimentación, se hubiese hecho hincapié en la necesidad de un control exhaustivo de su puesta en obra.

A propósito de este caso, he recordado a menudo dos frases contundentes del autor, quien afirma, por un lado, que el problema del diseño es, fundamentalmente, el problema de anticipar cualquier causa de fallo, para poder evitarla , y, por el otro, que si hay una sola manera de fracasar, o un solo escenario de fracaso que no haya sido correctamente previsto por el proyectista, todo el diseño corre peligro... . Siempre que he tenido ocasión, tras esta experiencia negativa, he explicado lo ocurrido a quien quisiera saberlo con ánimo de evitar situaciones parecidas de futuro. Desde la Asociación de Consultores de Estructuras (A.C.E) a la que pertenezco desde hace más de 25 años y que presidí durante 8, hemos impulsado, siguiendo el espíritu del texto de Petroski, la conveniencia de que cualquier asociado que haya sufrido algún fallo estructural significativo, lo exponga para el conocimiento y aprendizaje de los restantes miembros. Aunque, por miedo a sufrir un cierto desprestigio, siempre hay quien es reacio a esta práctica, somos muchos los que no ocultamos nuestros problemas y, periódicamente, organizamos sesiones en las que tales casos son expuestos. Pienso que en prácticas como ésta es donde radica el verdadero espíritu de las lecciones de Henry Petroski.

Para terminar, me gustaría hacer un pequeño comentario sobre el capítulo De la regla de cálculo al ordenador: olvidarse de cómo se calculaba antes . Dado el año en que el libro se publicó, 1985, su contenido puede parecer a ojos de un lector joven un tanto anacrónico. Para mí, que soy solo un poco más joven que Petroski y que, por tanto, viví aquellos primeros años de las herramientas de cálculo, me parece un texto exquisito, con el que he disfrutado enormemente.

Robert Brufau Niubó
Doctor Arquitecto
Profesor de estructuras en la Universitat Politécnica de Catalunya.