Escribí todos los versos que componen este poemario, entre febrero y agosto de 2020, es decir, el tiempo que transcurrió desde el inicio de la pandemia, el confinamiento, la desescalada y lo que se vino a llamar «nueva normalidad», que de normalidad no tenía nada. De hecho, el primer poema nació a comienzos de marzo, días antes de que la pandemia llegara aquí, y era un deseo de renovación ante la inminente primavera. Pero por desgracia, la primavera no llegó, o mejor dicho, llegó fallida. Pocos sospechábamos lo que estaba a punto ocurrir y lo que iba a cambiar nuestras vidas. Creo que, el vaivén de mi estado de ánimo durante ese tiempo, fue generalizado en casi todos nosotros. Nadie estaba preparado para vivir una experiencia semejante. Estoy por ello seguro de que muchos lectores y lectoras se identificarán con el miedo, la depresión, la incertidumbre, la angustia y la esperanza aquí expresados, porque todos somos humanos, y el miedo y la esperanza ante lo terrible y desconocido es universal. Quisiera dedicar estos versos a todas las víctimas del covid19, y en especial, a los que ya no están aquí con nosotros.