El Sanatorio Psiquiátrico Provincial del Padre Jofré de València, conocido popularmente como Jesús o el manicomio, abrió las puertas en 1866 para acoger a los internos evacuados del departamento de dementes del Santo Hospital General mientras se proyectaba un manicomio modelo, como establecía la Ley de Beneficencia de 1849. Tan improvisado fue el traslado que los pacientes fueron seleccionados según las habilidades que tenían para contribuir a los trabajos de rehabilitación del centro en grupos pequeños junto con los cuidadores hasta que estos concluyeron al cabo de doce años. Ciertamente, había mucho que condicionar en aquel antiguo convento franciscano de Patraix que dedicó a Santa María de Jesús en 1410 la reina María, mujer de Alfonso el Magnánimo, sobre todo al haber sido transformado en industria sedera después de la desamortización en el siglo XIX, antes de la reconversión hospitalaria. A pesar de las muchas precariedades y denuncias reiteradas, que siempre se excusaban por el carácter provisional de la instalación en aquel complejo de edificios vetusto, miles de internos tendrían que pasar a lo largo de los 123 años de funcionamiento hasta que se clausuró definitivamente en 1989.El presente ensayo ilustra de manera muy gráfica la desidia con la que se han administrado estos servicios marginales, que no son nunca una necesidad prioritaria, como demuestra la evolución de la asistencia según los cimientos ideológicos de cada periodo histórico, ya se trate de caridad, de beneficencia o de justicia social.