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De la depresión conocemos aquello que leemos en los libros, los prejuicios de los demás y los propios. Sin embargo, cuando se instala en casa nos damos cuenta de que en realidad es un monstruo con forma de árbol: ramas que se enroscan en la piel, que se clavan en arañazos profundos; aunque también es el brote de hojas muy tiernas, con olor a humedad, que nos mantiene masticando tierra con la boca abierta, errando una y otra vez, pero intuyendo a los pájaros posarse sobre los párpados agotados. Este poemario trata de reflejar la complejidad de esa cotidianidad, cuando todavía existen los tabúes y las excusas del mundo exterior, que no da la cara. Es en los versos donde reposa la intimidad amable de dos personas que tratan de entender, que bailan allí donde las palabras se arremolinan como enjambres de lepidópteros de un azul intenso.