En el año 2035 la realidad política del planeta atravesaba un periodo convulso. La salida quince años atrás del Reino Unido de la Unión Europea inspiró una serie de movimientos similares en otros países de la eurozona, que vieron en aquella decisión reaccionaria una disyuntiva a tener en cuenta. El antiquísimo lema holandés, «la unión hace la fuerza», pasó, como ya venía ocurriendo desde el cambio de siglo, a cuestionarse por enésima vez. Contra muchos pronósticos iniciales, la economía del Reino Unido se fortaleció a medio plazo, las encuestas rotulaban índices de bienestar sin precedentes entre la población y, por si fuera poco, el control más restrictivo de la inmigración acabó siendo una medida de éxito indiscutible en las islas. Estados Unidos, aliado histórico del Reino Unido, alentó y aplaudió estos cambios, que venían a confirmar la legitimidad de sus propias políticas proteccionistas de los últimos cuatrienios, así como del generalizado rechazo hacia la llegada de inmigrantes,