Madrid ha amanecido con casi ciento noventa muertos y, según los expertos, todavía quedan cinco o seis días, tras el atentado para terminar de identificar cuerpos. La gente camina agolpada, unos se detienen a rezar, otros encienden velas y la mayoría observa un caos aterrador.En pleno corazón de una ciudad herida, devastada por el horror y la incertidumbre, existe la posibilidad de que una joven de dieciséis años haya desaparecido. Marisa, su madre, ha seleccionado varias fotografías para entregárselas a la policía. No reacciona, está tranquila o, al menos, eso aparenta; confía en poder ver a su niña, presiente que aparecerá de un momento a otro. La policía va a actuar, la va a encontrar y todo será un susto, el mayor susto de su vida que les dejará cicatrices, pero los unirá para siempre. Un susto a media noche con final feliz. Eso es todo. Eso será todo. Eso tiene que ser todo. Pero a veces la vida es demasiado injusta y la tristeza ni si quiera encuentra consuelo en el dolor.